9 de septiembre de 2010

El hombre de al lado

En 1973 Osvaldo Lamborghini publicaba un cuento-vómito que aún hoy produce repulsión. "El niño proletario" nos contaba el martirio de un niño pobre que sufría las vejaciones de 3 chicos de clase alta. Esa fascinación que las clases más encumbradas encuentran en las más bajas se despliega en el cuento de manera feroz; esa forma de hurgar, de meter el dedo en la llaga que da cuenta de un desprecio a la vez que de una inocultable curiosidad sobre las clases subalternas. En 2010 algunas cosas han cambiado mas no esa fascinacón.

Gastón Duprat y Mariano Cohn acaban de estrenar “El hombre de al lado”. En la película nos cuentan el choque entre dos vecinos: uno de clase acomodada; el otro, de clase popular. Leonardo (personificado por Rafael Spregelburd), un arquitecto especializado en diseño con renombre en el mundo, se muda a la ciudad de La Plata a vivir en la única casa que Le Corbusier diseñó en América. Su vida trasncurre entre netbooks, conversaciones en alemán y una relación en agonía con su mujer. Hasta que un día su vecino Victor(interpretado por un Aráoz que saca lo mejor de sí) decide abrir un hueco para construir una ventana justo enfrente de un ventanal de la casa de Leonardo. El conflicto se hace presente y se desplegará en toda la película.

A partir de allí, los directores nos llevan por el río del humor negro, por los brazos sinuosos de la comedia sutil, con una construcción de personajes cuidada y una puesta impecable que nos hace afirmar que lo que demostraron en su anterior película “El artista” no fue casualidad sino que tiene continuidad en “El hombre de al lado”: un film ineludible.

Lo cuidado del sonido, el especial tratamiento del audio estéreo (una escena en la que Leonardo se tapa y destapa alternativamente los oídos nos hace recordar también a “El artista”) y la música de Sergio Pángaro, se agregan a una puesta de cámaras que hace reverberar el espacio frío, estático de los decorados. 

Por otro lugar, la puesta en escena y la fotografía están casi milimetradas. Duprat y Cohn nos tienen acostumbrados a mirar sus planos como obras de arte y en este caso no desentonan; si en "El artista" veíamos primordialmente la influencia de la pintura; en "El hombre de al lado" reina la arquitectura.

A medida que el conflicto por la ventana se desarrolla veremos como el choque de los mundos de clase alta y clase popular se hace evidente así como también la fascinación que Víctor (un vecino mal hablado, con vozarrón y muy práctico) provoca en Leonardo, quien comienza a sentir que su realidad es mucho más triste y gris de lo que imaginaba. A través de los días Leonardo verá cómo muchos conceptos que estructuran su vida se diluyen o se vuelven borrosos. Finalmente, esa fascinación que ahora es mutua y parece encaminarse a una amistad se resuelve mostrándonos crudamente la barrera entre las clases, la inevitabilidad que conlleva el origen; nos hace recordar a la fábula del escorpión y la rana, aunque en la película nada es natural si no más bien social y construído.

Si antes, “El niño proletario” nos provocaba rechazo y emoción; ahora “El hombre de al lado” nos deja vacíos y con sentimiento aciago. Osvaldo Lamborghini nos mostraba una clase alta cínica, sin vergüenza, convencida y sin culpa y por eso feroz; a través de esta comedia negra, Duprat y Cohn nos muestran una mutación de una clase alta intelectual convertida en hipócrita, con vergüenza, timorata y llena de culpas, pero feroz al fin.  


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