Apropósito de la película colombiana “La sangre y la lluvia” y ante la falta de elementos para pensar un film por lo menos no muy feliz sin herirlo de muerte giré la dirección para dar una mirada al cine de Colombia.
Este año, varias producciones de aquel país han llegado a las salas argentinas tanto en festivales como en estrenos comerciales. La migración colombiana en la ciudad de Buenos Aires ha crecido de manera importante y muchos de esos migrantes recalan aquí para estudiar artes relacionadas con el cine. Eso hace que el cine de ese país comience a tener presencia. También en algunos casos detectamos la influencia argentina en el cine de Colombia.
Por otra parte, El cine colombiano, a partir de la creación de la Ley de Cine Nº 814 ha comenzado un incipiente crecimiento que aún no sabemos si terminará en el nacimiento de un nuevo cine o si es sólo un espasmo.
El siguiente dato es digno de tener en cuenta para adentrarnos en el análisis: la historia del cine colombiano cuenta con sólo 326 películas desde su nacimiento en 1915 hasta el 2009. Eso hace un promedio de 3 películas anuales estrenadas. Por ejemplo, sólo durante los años de gobierno peronista en Argentina se estrenaron más de 400.
La historia del cine colombiano, luego de su período embrionario, fluctuó en 3 etapas, siempre ligada al Estado. En principio, el Estado otorgaba al cine préstamos en buenas condiciones; luego pasó a ser co-productor con la creación de FOCINE (compañía de fomento cinematográfico); y finalmente las producía completamente.
En su historia, FOCINE dio apoyo a 31 películas. Sin embargo, la mayoría de ellas fueron producidas de manera directa por el organismo (período comprendido entre 1984 y 1990) dando cuenta de que el cine colombiano era, más que un arte o un negocio, un gasto del Estado o en el mejor de los casos un a política pública. Recordamos la emblemática “La estrategia del caracol” como ejemplo máximo de aquellos tiempos.
Así se llega, luego del desmantelamiento de FOCINE, a la nueva ley de cine dictada en 2003 que estableció una nueva forma de hacer cine en Colombia tomando de modelos las legislaciones de Argentina, Brasil y España. Así y luego de años de sequía, Colombia pudo estrenar películas en los últimos años a razón de 10 o 12 anualmente.
Pero ahora es otro el inconveniente. Así como Argentina -que vivió durante el menemismo en los 90 una época paupérrima para la producción de películas y luego a partir del 2000 pudo rehacerse a partir de una nueva forma de producción- Colombia pasó del problema de no producir al escollo de producir cine de calidad. Sin duda, mucho más difícil.
Ejemplos de esto nos da la recientemente estrenada en Buenos Aires "La sangre y la lluvia”-producida por RCN y con participación argentina- que por más que se esfuerza no llega a presentar una historia de manera decente, en un cúmulos que encierra lugares comunes, actuaciones sin cuidado y elementos que no conforman la unidad que tiene que ser una película. Por otro lado, otros dos ejemplos nos muestran que en algunos casos el cine colombiano si logra altas cotas de calidad como en la muy visual “Los viajes del viento” de Ciro Guerra y la muy buena “El vuelco del cangrejo”. Estas películas- hechas en coproducción entre productoras independientes y fundaciones- si logran mostrar una historia, con un trabajo de calidad en lo visual, en las actuaciones, en cada aspecto.
Esa parece ser la encrucijada actual del cine colombiano. Queda esperar por cual escenario se decidirá. Si un cine anquilosado y atascado o un cine novedoso que cuente historias ricas y que le otorgue una identidad.
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